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Destaque

Trabajo voluntario en Ecuador - Cabo Cabuyal, Manabí.



Una comunidad desolada, sin acueducto, con luz eléctrica desde hace poco tiempo, sin cuarto de baño con la facilidad de descarga a tracción, sin duchas de agua caliente (y tampoco fría), pero con una de las playas más bonitas que jamás conocí, que sirven de patio trasero como salón para niños que juegan todo el tiempo sin juguetes ultra-mega-tecnológicos. Felicidad en la más pura y simple de las formas.

Conocer ese lugar era uno de mis mayores sueños, ya que supe de la existencia de la escuela por unas fotografías publicadas en un libro de arquitectura; quienes me dieron el impulso de cambiar toda mi vida, aunque parece una locura, no lo es.

Cuando decidí ir a Ecuador, era para conocer éste lugar, y por cosas de un destino “muy loco” llegué al sitio correcto y así logré acercarme a la comunidad de Puerto Cabuyal, en la costa Ecuatoriana.

La escuela en cuestión se llama “Nueva Esperanza”, fue la primera en ser construida, proyecto de la oficina de arquitectos AlBorde, por petición del profesor de la comunidad y llevada a término con la ayuda de voluntarios. Ahora ya existe la segunda etapa construida “Esperanza II” y yo llegué a ayudar a construir la “Última Esperanza”, el proyecto final realizado por las personas de la propia comunidad, siendo una iniciativa innovadora de AlBorde, en donde formaron una especie de escuela de arquitectura y para sorpresa de todos, en contra de la dificultad de no saber leer; los miembros de la comunidad tenían grandes nociones constructivas y una sensibilidad para cosas fantásticas.

El proyecto es increíble y la pasión con la que nos contaron sobre él, impresionante. Formamos un grupo pequeño de voluntarios para ayudar en la construcción, a pesar de algunos de nosotros ser arquitectos no podíamos “involucrarnos” en asuntos del diseño, estábamos ahí como mano de obra descalificada y barata.

Nos reuníamos como los alumnos de una escuela de arquitectura inusual (con el campus más bello entre todas las escuelas de arquitectura del mundo) nos presentaron una maqueta fantástica de cómo sería el proyecto y con esa pasión, a uno por uno nos contaban sobre éste y cómo sería nuestro trabajo allí.

Cada tarea realizada era una victoria para los sedentarios voluntarios, pasamos sólo cuatro días en la obra, poco tiempo, pero más que suficiente para conocer esa hermosa gente y aprender un poco más.

Había miles de risas y aprendizajes. Sólo puedo decir que salir de la zona de confort y tomar el riesgo de hacer lo que amas no es fácil, pero es absurdamente bello y satisfactorio.






Traducción por Leslie Carolina Jiménez Zapata


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